Si ocurriera algo similar en el centro de la ciudad, con destrozos en jardines y roturas de mobiliario urbano, se hablaría de vandalismo desde instancias oficiales. Como ocurre en campos de la huerta, apenas se presta atención al problema, se piensa que hay exageración y se minimizan las quejas de los agricultores.
Lo cierto es que los paseos regulados que se permiten desde hace días, como inicio del proceso de ‘desescalada’ en el estado de alarma, en muchos casos se están traduciendo, en los alrededores de algunos barrios periféricos de Valencia, en robos de hortalizas y daños en los campos de cultivo.
Algunos agricultores afectados, especialmente en zonas de la huerta al norte de la ciudad, recuerdan que desde el propio ayuntamiento se animó a que los paseos permitidos se realizasen por la huerta, para disfrutar del paisaje. El resultado, comprensible, fue que muchas personas y grupos familiares salieron en tropel a respirar aire puro por primera vez en dos meses, y algunos decidieron -de forma inaceptable- tomarse el campo como algo propio y dispuesto para solazamiento general, sin respetar las plantas ni las instalaciones ajenas.
Las sustracciones y el vandalismo quedan impunes y los agricultores lamentan su indefensión
La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) ha denunciando que se están registrando robos de hortalizas que quedan impunes. La vigilancia se centra más que nada en supervisar que se cumplan las normas que regulan estos paseos tasados: franjas horarias, duración, distancia desde el domicilio de cada uno, medidas personales de protección y distanciamiento…
Es bien visible que algunas personas más desaprensivas salen con bolsas de plástico, directamente con la intención de llevarlas llenas de regreso a casa. Un agricultor que afeó a una pareja por coger cebollas de su campo ha contado cómo le replicaron con total descaro: «Total, por unas míseras cebollas -dijeron-; ni que le hubiéramos quitado toneladas».
Jaime Valls, agricultor de Beniferri y representantes de AVA en el Consell Agrari Municipal de Valencia, explica que «lo peor de todo no es lo que roban, sino el desprecio con el que actúan estas personas, o el desconocimiento que despliegan otras, que dejan que los niños o los perros entren en las huertas y no son conscientes de que eso no se puede hacer, porque los caballones han costado esfuerzo y dinero de hacer, las plantas no han crecido porque sí, y cuando las destrozan, que seguramente lo hacen sin tener clara conciencia de ello, están ocasionando un daño que se traduce en dinero y además en una afrenta moral que no tiene precio, porque, encima, si les llamas la atención, igual te responden con altanería, te ningunean, te insultan y aún te toca callarte para que las cosas no vayan a más, y haces mutis por el foro; pero esto no puede ser así, la huerta no está para esto, ni nosotros estamos para aguantarlo».
Otro agricultor, que prefiere que no se dé a conocer su nombre, lamenta que le han aplanado literalmente el campo recién sembrado de chufas. Mientras estaba terminando la plantación vio cómo por la otra punta le invadían la parcela un grupo de niños con perros y sus padres detrás, al parecer intentando reconducirlos; pero lo que hicieron entre todos ellos fue arrasar los caballones recién hechos y esparcir las chufas acabadas de colgar. Más aún: el agricultor tuvo que advertir a dos chicos que no comieran chufas del saco que tenía dispuesto para ir sembrando, pues estaban tratadas para ello. Pero les daba igual a todos, y todavía remataron cruzando el campo en zig-zag para regresar al camino. Contó que en otros momentos suele haber guardias por allí, pero sólo para supervisar que los agricultores que están trabajando llevan sus papeles en regla.
Fuente: Las Provincias