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Desafíos y oportunidades para los agricultores en el entorno actual
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De no producirse un cambio meteorológico radical que permita un aumento de las dotaciones de riego la cosecha andaluza corre el riesgo de verse reducida a la mitad.
Se dispara el precio de fertilizantes (+100%), gasóleo (+40%), energía (300%), plásticos (+50%), agua (+30%) y piensos para ganado (+25%).
La adquisición de cualquier plaguicida quedará registrada de forma electrónica y se prohíbe la venta por internet, salvo para uso no profesional.
Valencia. El martes de la semana pasada, el Consejo de Ministros aprobó un real decreto que endurece las condiciones de comercialización y uso de los productos fitosanitarios y que, en la práctica, va a suponer un nuevo ‘apretón de tuercas’ para las pautas que fueron habituales entre los agricultores.
Las nuevas medidas aprobadas, que al parecer se aplicarán con rigurosidad a partir de junio, supondrán reglas más estrictas en cuanto a la venta y almacenamiento de insecticidas, fungicidas, herbicidas y demás, así como también en cuanto a la importación y exportación, a los controles oficiales y a las autorizaciones para ensayos con sustancias plaguicidas.
La normativa modifica el Real Decreto que ya estableció en septiembre de 2012 el marco de actuación para un uso sostenible de los productos fitosanitarios y en su preparación han intervenido tres ministerios: los de Agricultura, Sanidad y Transición Ecológica.
Como a menudo se señala en este tipo de cuestiones, en general se trata de trasponer a la legislación española disposiciones de ámbito europeo, pero en este caso se va más allá y, según señala el Gobierno, se introducen «disposiciones pioneras en el ámbito de la Unión Europea», según nota oficial del Ministerio de Agricultura.
Entre dichas normas «pioneras» figuran «directrices para controlar el comercio ilegal vinculado a los intercambios internacionales; prohibir el comercio electrónico de productos fitosanitarios (salvo los de uso no profesional); e impulsar el uso obligado de un registro electrónico de transacciones y operaciones», en este último caso a través de una aplicación informática centralizada en el propio ministerio, lo que permitirá «realizar la trazabilidad completa de la cadena de suministro».
¿Qué representa todo ello en la práctica? Pues que cuando un agricultor adquiera un plaguicida concreto (por supuesto, para poderlo comprar ha de contar con el carnet de manipulador de plaguicidas que le autorice), quedará inmediatamente registrado de forma electrónica. Por tanto no podrá comprar ningún producto que no esté autorizado para los cultivos que tenga, y la Administración ya conoce los cultivos de la gran mayoría por su declaración anual de la PAC o porque, en su defecto, se ha de solicitar la inclusión en el Regepa (Registro General de Productores Agrarios). Y teniendo unas cosas y otras es sencillísimo cruzar datos informáticos.
Por otro lado se incide en los medios de almacenamiento. Tanto en los comercios del sector (que en muchos casos han tenido que hacer reformas y ampliaciones) como por parte de los agricultores, que deben contar para ello con espacios debidamente cerrados, aislados y controlados.
Hay, no obstante, un aspecto muy curioso del decreto en cuanto a la comercialización. Dice que se prohíbe la compra-venta de plaguicidas por internet, «salvo los de uso no profesional», lo que puede llevar a equívocos. Por ‘no profesional’ no cabe entender, la mayoría de las veces, inocuidad, benevolencia, intensidad reducida o algo semejante. Lo habitual es que se trate de envases mucho más pequeños de tal producto, pero con la misma composición que en los envases ‘profesionales’, y desde luego a precios muy superiores. Pero nada impide que alguien compre muchas dosis pequeñas ‘no profesionales’ por internet. Lo que ya ocurre a menudo en tiendas: alguien va a comprar un litro de tal producto que vale, por ejemplo, diez euros; no se lo venden porque no es agricultor y no tiene carnet, pero le ofrecen cuatro botellitas de a cuarto (que suman un litro) y le cobran treinta euros, por ejemplo. ¿Qué ha cambiado, salvo el precio?
El Gobierno recuerda que el uso de los plaguicidas entraña riesgos para personas, animales, plantas y el medio ambiente en general, y de ahí «la necesidad de regular de una manera estricta su uso».
Fuente: Las Provincias
El Ministerio de Agricultura se limita a decir que el ‘metil clorpirifos’ está fuera de circulación en la UE, aunque en Italia se ha vuelto a permitir.
El Ministerio de Agricultura ha vuelto a reafirmar su firme decisión de no conceder una autorización excepcional del insecticida ‘metil clorpirifos’ para poder utilizarlo contra la agresiva plaga del ‘cotonet’ de Sudáfrica, que está causando gravísimas pérdidas en la producción citrícola valenciana.
En un escrito del pasado 7 de abril, con el membrete del director general de Sanidad de la Producción Agraria, Valentín Almansa, y firma electrónica (ya no se tiene ni el detalle de personalizar la misiva), se comunica a representantes de entidades agrarias de La Plana Baixa que «actualmente, desde las distintas Administraciones y agentes implicados se están llevando a cabo con la máxima diligencia todas las acciones necesarias para posibilitar la aplicación en el medio natural de las medidas incluidas en el Plan de Acción (para la lucha «efectiva» frente a ‘Delottococcus aberiae’, el problemático ‘cotonet sudafricano), que incluye un plan de gestión integrada de la plaga, medidas de bioseguridad e higiene y medidas de viveros».
Como es sabido (y sufrido) entre los citricultores, dichas medidas ‘bio’ incluían la suelta masiva del parasitoide ‘Anagyrus’ y la colocación, también «masiva», de trampas con feromonas y piretrinas, pero ambas cosas están limitadísimas; apenas se ha esparcido el ‘Anagyrus’ en una superficie mínima, casi irrelevante para lo que es la citricultura afectada (prácticamente ya está infectada toda la superficie en producción), y tampoco hay trampas disponibles para que las puedan adquirir y colocar los interesados, sólo se ha limitado esta acción a las comarcas de La Plana Baixa y Camp de Morvedre, y de forma parcial. Las previsiones oficiales sobre el papel distan un enorme abismo de la realidad.
En esta situación, las únicas ‘armas’ disponibles para hacer frente al ‘cotonet’ son algunos insecticidas de eficacia parcial y limitada, así como el intento de frenar su expansión con pegamentos colocados en los troncos, de los árboles, lo que está acarreando el problema inesperado de que se causa la muerte de animales silvestres que se quedan allí atrapados, por lo que debería evitarse ya tal práctica, cuyos efectos contra la plaga son, además, dudosos.
Ante este panorama, la plaga extendida en todas las comarcas y el temor de que los daños se multipliquen sin freno con la nueva cosecha, muchos citricultores esperaban que el Gobierno concediese ‘in extremis’ una autorización excepcional del ‘metil clorpirifos’, como sí se ha hecho en Italia, y así lo expusieron de nuevo representantes agrarios de La Plana, que han obtenido otra negativa del ministerio, que alude además a motivos de LMR (residuos) implantados por la UE, lo cual no debe tener validez para el caso italiano.
Entre tanto, hay agricultores tan desesperadamente imprudentes que al parecer no dudan en adquirir el citado ‘metil clorpirifos’ pese a las prohibiciones (a precios desorbitados en el mercado negro), lo que ha motivado que desde ‘Cooperatives Agroalimentàries’ se haya dirigido una circular a técnicos y socios de todas sus cooperativas, advirtiéndoles de que tal práctica «puede acarrear graves consecuencias» e importantes sanciones para los infractores.
Fuente: Las Provincias.
Sequía, calores inusuales, la «bestia del este», ciclogénesis explosivas…el clima no se lo pone nada fácil al agricultor. Y uno de los «cocos» que aguardan todos los años para asustarles son las heladas, con las importantes pérdidas económicas que pueden acarrear. Afortunadamente los agricultores disponen de herramientas para defenderse, unas más eficaces o costosas que otras, y algunas incluso sorprendentes.
¿Regar en plena helada? ¿un helicóptero sobrevolando los cultivos?. Estas y otras estas prácticas tienen su explicación, y aquí voy a intentar explicarla.
Heladas blancas o negras
Las heladas ocurren cuando la temperatura de la masa del aire cercana al suelo baja de los cero grados; justo el punto en que se congelan los líquidos en condiciones normales. Según el efecto que tienen en las plantas distinguimos dos tipos.
Las «heladas blancas», que se forman en condiciones de frio y humedad. No suelen causar daños importantes y van acompañadas de escarcha o hielo, responsables de ese manto blanco tan vistoso.
Las «heladas negras» asustan ya sólo con el nombre… Y con motivo razón, ya que produce daños graves en brotes y capullos florales, dejándolos ennegrecidos como si los hubiera quemado el propio frío. Estas heladas ocurren cuando la humedad ambiental es muy baja, y no existe agua que pueda condensarse y formar esa capita de hielo o escarcha que, paradójicamente, protege a los tejidos vegetales.
El clima y las heladas
Ya comenzamos a sospechar que el agua va a jugar un papel importante en esto de las heladas. Pero, para proteger eficazmente los cultivos es preciso conocer mejor las condiciones meteorológicas que las provocan. Así, se han descrito situaciones que dan lugar a tres tipos básicos de heladas que posiblemente requerirán estrategias distintas para evitar los daños.
Las heladas de advección o «viajeras» se originan por las temidas «olas de frío», o lo que es lo mismo, la irrupción brusca de aire muy frío procedente de las mesetas siberianas. Este aire frío ocupa las capas bajas de la atmósfera, pudiendo sobrepasar dos kilómetros de espesor. Cuando este tipo de heladas se producen en pleno invierno, que suele ser lo habitual, los daños no son graves, ya que la vegetación está preparada para ello.
Las heladas de evaporación se producen cuando el agua que recubre las plantas se evapora con mucha rapidez, disminuyendo notablemente la temperatura de las plantas. Esto se debe a que, cuando se evapora un líquido se produce una absorción de calor que el líquido toma de sí mismo y de los cuerpos que le rodean.
Las heladas de irradiación se deben la variación de la temperatura del aire entre el día y la noche en determinadas circunstancias. En general, durante el día los rayos solares calientan la superficie de la tierra y por la noche ese calor recibido se pierde por irradiación. Al perder ese calor, se enfrían la superficie terrestre y las capas de aire próximas al suelo. Este tipo de heladas se pueden producir de otoño a primavera, y afectan principalmente a cultivos tardíos y tempranos. En su formación entran en escena dos nuevos actores: el viento y la topografía.
El viento
Hemos visto que, por la noche, el aire en contacto con el suelo se enfría sensiblemente hasta una altura de entre 10 a 100 metros. Por encima, se encuentra un aire más caliente (más ligero) que no se mezcla con el aire frío (más pesado) que tiene abajo. Cuando sopla un viento moderado este mezcla ambas capas de aire, calentando el entorno de las plantas y disminuyendo así el riesgo de helada.
La topografía
Cuando el terreno está en pendiente, el aire frío discurre ladera abajo, como lo haría una corriente de agua. Al acumularse en las hondonadas o en el fondo de los valles, aumenta el riesgo de heladas en esas zonas. Es el proceso de «inversión térmica»; que posiblemente habréis escuchado en el parte del tiempo.
Los métodos de defensa pasiva: «prevenir antes que curar»
Son los que se toman mucho antes de que llegue la helada y que pueden funcionar, o no, pero contribuyen a que los daños sean los menores posibles.
Uno de los principales es decidir dónde se va a instalar el cultivo y qué variedades son las más adecuadas en ese lugar; para ello lo más recomendable es fijarse (o directamente preguntar) en lo que hacen los agricultores de la zona. Se puede jugar con la fecha de siembra en el caso de cultivos anuales o con la fecha de floración de los frutales (temprana, normal o tardía).
Es también importante adaptar el laboreo, la nutrición y el riego de las plantas, o incluso las podas, si en la zona son frecuentes las heladas. Por ejemplo, en los periodos de riesgo debe evitarse el laboreo, ya que al remover el suelo se crean y se agrandan los espacios de aire de su interior. El aire conduce mal el calor y los suelos labrados tienden a almacenar menos el calor. De la misma manera, en años secos, la protección contra heladas se mejora humedeciendo el suelo, ya que los suelos húmedos, aunque se calientan más lentamente que los secos, mantienen mejor el calor y las variaciones de temperatura son menos acusadas.
Los métodos de defensa activa: «la mejor defensa es un buen ataque».
Cuando los pronósticos del tiempo avisan de fuertes heladas, los métodos de defensa activa tienen que ponerse en marcha antes de que las temperaturas bajen del cero y mantenerse durante toda la noche hasta que pase el peligro. Una nochecita toledana por tanto para todos aquellos que han de quedarse a pie de campo comprobando la evolución de la temperatura.
Los siguientes métodos se utilizan principalmente en las heladas de irradiación, las más dañinas para cultivos tempranos y tardíos. Comprenden dos estrategias distintas que a menudo se combinan para mejorar los resultados.
1. Suministrar calor ajeno al entorno
Comencemos con lo más vistoso, el uso del fuego mediante estufas o quemando balas de paja. Se trata de calentar el aire frío que está en contacto con las plantas. Los focos de calor calientan el aire frio a su alrededor, y hacen que este ascienda hasta topar con una capa de aire que tenga la misma temperatura. El hueco que deja lo ocupa más aire frío de los alrededores, que volverá a calentarse, y así sucesivamente hasta proporcionar suficiente calor al cultivo para que la temperatura no caiga a niveles peligrosos.
Se trata de un sistema bastante ineficiente, que pierde gran parte de la energía producida, sobre todo cuando hay aire. Además pueden provocar molestias en las poblaciones cercanas por el humo generado.
Y aunque os pueda parecer mentira, recurrir al agua es incluso más eficiente que el fuego. Una de las maneras más habituales es instalando microaspersores en los campos a la altura de los árboles, que se activan, normalmente de forma automática, a partir una temperatura dada.
Este método de protección se basa en que el agua, al congelarse, cede una notable cantidad de calor a las yemas o las flores, creándose además una especie de efecto iglú en torno a ellas que las mantiene a cero grados. Esto ocurre mientras haya agua por congelar, por lo que se debe mantener los aspersores funcionando constantemente, incluso una vez entrada la mañana, hasta que el hielo se deshaga por efecto del agua y la temperatura suba por encima de 1º o 2º C.
Este sistema suele funcionar bastante bien, pero tiene una pega muy importante: necesita agua, mucha agua. Y particularmente este año, que veníamos de una sequía importante, era un recurso al que muchos agricultores no han podido recurrir.
2. Aprovechar el calor natural del entorno:
Ya sea forzando al aire frio a moverse para dar paso a un aire más caliente mediante ventiladores, recubriendo el suelo y las plantas para reducir las pérdidas de calor (mediante acolchados, túneles, o invernaderos), o aprovechando la energía solar mediante calentamiento de agua contenida en colchones y mangas de agua.
Tradicionalmente se ha recurrido a la generación de humo o nieblas artificiales que dificulten la irradiación terrestre, pero se ha demostrado que son poco útiles y muy molestos para las poblaciones cercanas.
Y dejo para el final la medida más curiosa, y puede que la más cara también, los helicópteros, cuyo efecto es muy similar al de los ventiladores. Los helicópteros mueven el aire caliente desde la parte superior de la inversión de temperatura hacia la superficie más fría. Un único helicóptero puede cubrir entre 22 y 44 ha y tiene que dar pasadas continuas para que el efecto se mantenga. Se utilizan en cultivos de gran rendimiento y extensión.
Fuente: Conocer la agricoltura y la ganaderia
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, sostiene que el plan contará con fondos europeos y pretende frenar el abandono de la actividad para no depender de la producción de países lejanos.
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig ha anunciado que la nueva Estrategia Valenciana de Regadíos estará dotada con 1.200 millones de euros para garantizar el uso sostenible del agua y la rentabilidad del campo valenciano.
Así lo ha asegurado durante su intervención, por videoconferencia, en la jornada organizada con motivo del Día Mundial del Agua por la Federación de Comunidades de Regantes de la Comunidad Valenciana y Cajamar, en la que también ha participado la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, según ha informado la Generalitat en un comunicado.
Según ha explicado Puig, el plan posibilitará acometer una «segunda revolución agraria» del campo valenciano y se desarrollará durante las dos próximas décadas. En concreto, permitirá «gestionar con inteligencia la escasez hídrica», por lo que el grueso de la estrategia, 1.065 millones, se dirigirá a la modernización del regadío. Además, ha destacado que el plan también incluye 132 millones para «fomentar las renovables y lograr un uso más eficiente de la energía».
Para el presidente, «gestionar la escasez hídrica forma parte de nuestra idiosincrasia», dado que el agua ha sido desde siempre «una necesidad y un desafío». Asimismo, ha asegurado que los regantes valencianos han sabido «como nadie extraer el máximo provecho» de los recursos hídricos.
Durante su intervención, el jefe del Consell ha incidido en que la Comunidad Valenciana está «decidida» a modernizar su modelo productivo, aprovechando la oportunidad que suponen para ello los fondos europeos, asegurando que «este cambio también tiene que llegar al sector agrario».
En este sentido, se ha referido al «inaplazable» objetivo de mejorar la rentabilidad, dado que el futuro de la agricultura pasa por «reducir costes y frenar el abandono de la actividad», ha añadido.
En el transcurso del acto, el presidente también ha asegurado que el cultivo es la «palanca que activa industrias como la transformación alimentaria, el transporte, la logística o las exportaciones», y contribuye a «frenar el deterioro del planeta, evitar la despoblación rural, y garantizar la autonomía estratégica alimentaria».
Por todo ello, se ha referido a la necesidad de no depender de la producción de países lejanos porque «puede ser más barato, pero también es una enorme debilidad», y ha insistido en que «igual que necesitamos ser autónomos en la producción de mascarillas o de respiradores, también necesitamos asegurar y hacer viable la producción local de alimentos».
El jefe del Consell ha asegurado que, para lograrlo, es necesario un sector «moderno, rentable y competitivo que garantice su suministro», y ha apelado a las autoridades europeas a tener en cuenta estos aspectos «a la hora de diseñar sus políticas».
Por otro lado, Ximo Puig ha instado al sector agrario a «dar un paso adelante en la búsqueda de nuevas fórmulas asociativas que permitan mejorar la rentabilidad sin vender», porque ha asegurado que se podrá mejorar la rentabilidad a través de explotaciones «con más tamaño y más músculo para acometer la modernización necesaria».
El presidente se ha referido a los problemas a los que se enfrenta el campo como unos precios a la baja, unas cuencas hídricas deficitarias o los problemas inherentes al minifundismo, y ha realizado un llamamiento al campo a «pasar a una gestión inteligente» y «aprovechar instrumentos tan innovadores como la reciente Ley de Estructuras Agrarias».
HECTÁREAS DE CULTIVO PERDIDAS
Asimismo, ha recordado que en los últimos 30 años se han perdido 163.000 hectáreas de cultivo, es decir el 21% del total existente en la Comunidad Valenciana, lo que supone «un drama ecológico y etnológico» que requiere «poner todos los medios a nuestro alcance para revertir esa tendencia.
Por su parte, Mireia Mollà ha definido al regadío valenciano como «aliado estratégico y determinante para la descarbonización de la economía valenciana». Una iniciativa que suma a la transición energética, un significativo ahorro económico para las personas regantes y una reducción del consumo de agua de 175 hectómetros cúbicos al año, el consumo anual de 3,4 millones de valencianos y valencianas.
Mollà, que ha defendido «la necesidad de aplicar las mejores técnicas disponibles, así como nuevas fórmulas de reutilización en favor de la economía circular, también en materia hídrica». En esta línea, ha añadido que en 2020 se han utilizado 114 millones de metros cúbicos de agua reutilizada, el equivalente para llenar 45.600 piscinas olímpicas.
Fuente: Las Provincias
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