La competencia desleal de los países de fuera de la Unión Europea que importan sus productos a España lastra aún más al campo, cuya situación cobra cada día mayor dramatismo. Los agricultores toman estos días las calles y carreteras de todo el país para pedir, entre otras cosas, que los precios en origen de los productos agroalimentarios suban, una mejor redistribución de la ley de la cadena alimentaria y la prohibición de la venta a pérdidas. Mientras muchos miran hacia los supermercados y los consideran como los grandes culpables de la situación, el campo también clama por la desigualdad a la hora de competir con productores extracomunitarios, cuyos menores costes de producción y la libertad para usar pesticidas prohibidos en Europa provocan una mayor producción y, por tanto, una rebaja de los precios en algunas frutas y hortalizas determinadas.
Por poner en contexto, España es uno de los mayores productores agroalimentarios y gran parte lo exporta a otros países, principalmente Europa. Según los datos de la Federación Española de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas en 2019 se logró exportar un total de 13,5 millones de toneladas, un 8% más. Pero pese a este incremento, las malas noticias vienen por el precio medio de exportación, que cayó un 2%, debido precisamente a la fuerte competencia por los precios bajos del exterior.
Ocurre, por ejemplo, con los tomates, cuya competencia de Marruecos está haciendo mucho daño al sector. El año pasado la producción de esta hortaliza alcanzó los 5,2 millones de toneladas, según lo adelantado por Agricultura, un 9,4% más. Sin embargo, las exportaciones cayeron un 5,5%, debido al fuerte incremento de producción del país marroquí. A esto se le une que, a falta de conocer los datos definitivos, las importaciones de tomates el año pasado iban directas a registrar récords históricos.
Esta entrada de mayor número de tomates del exterior empuja los precios hacia abajo. La razón, según explica a ABC Andrés Góngora, el secretario provincial de COAG en Almería, la zona más competitiva de Europa en la producción de tomates, es que «un trabajador mío gana en un día lo que un marroquí gana en diez. El mío trabaja ocho horas con cotización mientras que el de Marruecos trabaja de sol a sol y sin cotizar». Estos menores costes laborales permiten rebajar el precio de entrada de esta hortaliza. «El coste de producción en Almería del tomate en rama es de sesenta céntimos el kilo. Deberíamos vender por más. Sin embargo, Marruecos esta semana está metiendo muchos tomates porque han tenido buenas temperaturas y los precios se han ido a treinta céntimos. Estamos vendiendo perdiendo dinero», comenta Góngora.
A ello se le suma los posibles descontroles audaneros, según denuncian las organizaciones agrarias. Estas, explican, que las competencias aduaneras en la UE están transferidas a cada país miembro, por lo que «no existe un control exhaustivo», relata el responsable técnico de Asaja José Ugarrio. «Cuando pasan los cupos de importación por las aduanas, nosotros pedimos diferenciar al tomate cherry, más caro, que el de ensalada. Sin embargo, ellos cuando hacen el cupo no hacen distinciones entre uno y otro. Es un coladero», añade.
Un descontrol parecido en las aduanas ocurrió también con las naranjas. Nuestro país, que produjo en 2019 un total de 3,9 millones de toneladas de esta fruta, sufre la competencia de Sudáfrica por un tratado de libre comercio que firmó la UE con este país y otros cinco de África. Explica Ugarrio que el año pasado con las naranjas que procedían de Sudáfrica «hubo muchas interceptaciones porque venían afectadas por plagas. Se supone que cuando hay un número de interceptaciones hay que parar la importaciones, pero siguieron entrando».
Otra de las grandes trabas para el campo viene derivado por los productos fitosanitarios, como los pesticidas. En Europa existe una directiva que prohíbe el uso en terreno comunitario de más de un centenar de sustancias que son consideradas perjudiciales para el medioambiente y nocivas para la salud y las personas. Pero este uso no se extiende a los países extracomunitarios, que al final logran importar frutas y hortalizas con estas sustancias. «Todas las materias activas que se prohíben, que son la mayoría, son las más eficaces y fuera las utilizan indiscriminadamente, por lo que ahí tienen un ahorro del coste», denuncia Ugarrio. Una maniobra que les permite tener mejores rendimientos de producción y por tanto presionar los precios a la baja.
Así, mientras fuera de la UE hay carta blanca, la producción en los países comunitarios se controla estrictamente. Esta situación crispa a los productores, que piden reglas justas. «No puede ser que se exijan unas normas a los españoles, para apostar por la calidad. Pero cuando ves que fuera se produce de cualquier manera y no se producen estos controles, causa indignación», apuntan desde UPA, que piden que en los acuerdos se beneficien las dos partes y no solo una.
El uso de los pesticidas ha hecho daño al sector de los cítricos, con las referidas naranjas de Sudáfrica como punta de lanza. Las producciones de plátano en Canarias también sufren este fenómeno y sobre ello se ha quejó esta semana la presidenta de Asaga, Ángela Delgado. «Las normativas europeas nos encorsetan en normas de trabajo más respetuosas con el medio ambiente, pero la competencia de terceros países juega con otras normas», espetó la dirigente de la organización agraria canaria.
Con todo, los agricultores reclaman mucho más control en el sistema de libre mercado y con los productos que se importan. «Si vienen producciones de países terceros tiene que explicarse bien cómo se han producido», sentencia Ugarrio.